viernes, 2 de marzo de 2012

Para mi aMiga la rana.

(este lo he escrito en la lengua de Sancho Panza para que veas que se idiomas...)


Erase una vez , en un ciénaga inglesa, entre viejos olmos, olor a musgo y lluvia fina, que vivia una rana. Era una rana verde, aunque no lo parecía a primera vista. Mientras otras ranas se bañaban entre aguas límpidas de las charcas más claras, nadando ágilmente y haciendo piruetas bajo el agua, nuestra aMiga , estaba posada sobre el cieno que le ensuciaba su lindo cuerpecito. Desde que perdió su infantil cola de renacuajo, se sintió insegura, así que sus grandes i vívidos ojos contemplaban el mundo sin mirarse a si misma.

De hecho era lista y brillante en todo, nadie cazaba insectos mejor que ella, nadie saltaba más rápida ni más alto, y de no ser que parecia una cerda embadurnada de barro, podríamos ver que también era muy bella. Tan brillante era, que no se podía permitir decepcionar a los que le alababan por sus logros diciendoles la verdad: no sabía nadar en aguas claras, se aHogaba. Así que, para no ahogarse, eligió vivir en el barro, y quiso creer que eso incluso era bueno para su belleza, de todos es sabido que los baños de barro mantienen la piel tersa. Algunas ranas de la gran charca veían que algo no andaba bién con ella, pero no acertaban con la causa, algunas otras sabían lo que ocurría , pero no querian ver defectos en su aMiga y la trataban como si todo fuera bién, más asustados y desorientados que ella misma. Algunas ranas incluso se daban algún chapuzón en el barro para que nuestra aMiga se sintiera mejor, compartían su situación por un momento, pero se avergonzaban de verla tan sucia y la forzaban a bañarse en agua limpia , se enfadaban ( por su bién, claro), se desesperaban pensando que la rana era solo una guarra que no se quería lavar, sin saber que no sabía nadar todavía. Cuanto más querían protegerla se su suciedad, más sucia se sentía ella, más se hundía en el barro.

Todo parecía funcionar, nuestra aMiga no se ahogaba...pero seguía sin saber nadar y sin poder gozar del placer de ser una rana libre, que goza con plenitud de la naturaleza, ahora barro, luego agua, a veces hierba...se consolaba escuchando historias de otras ranas que también vivían en el barro, aunque para ser sinceros le daban lástima.

Un viejo y gordo sapo que vivía en una madriguera cercana a la ciénaga contemplaba la escena con curiosidad. A lo largo de sus años, había visto muchas situaciones parecidas i comprendía el problema mejor que ningún otro. Se acordó del señor búho, que siendo polluelo pasó por algo similar. Mientras sus hermanos aprendieron a volar él tuvo miedo de caer del nido y decepcionar a sus padres, así que esperó un poco más para crecer, y un poco más, y un poquito más. La madre pensando que le faltaban fuerzas para volar le alimentaba más y más, para ella que estuviera bién alimentado era lo más importante. Claro que eso lo hizo engordar, y al ser tan pesado ahora sí que ya no podía volar ni que quisiera. Como no volaba la madre lo alimentaba más y más y la cosa empeoraba por momentos. El padre, que tanto amaba a su hijo, no sabía como ayudarle, así que para no sentirse mal, se dedicó a ver en su hijo sólo lo que le hacía sentir bién: mi hijo tiene el mejor plumaje de todo el bosque, el pico más brillante y los ojos más agudos, ¿no es maravilloso? y cuanto menos queria ver sus defectos más alababa a su hijo y menos le ayudaba a crecer, con lo que se sentía peor pero, lo alababa más y más y volaba más lejos para contarle a todo el mundo las maravillas de su hijo...y todo empeoraba. Suerte tuvo nuestro aMigo, de que su madre conociera a una lechuza, astuta como la mangosta que le dió la solución.

Le dijo,  tu hijo no puede volar porque está mal alimentado, ¿ no lo ves?-dijo la lechuza. Por supuesto dijo la madre, siempre se lo he dicho!- respondió la mama búho. Bién, pero tu hijo necesita un alimento muy especial, no cualquier cosa, un alimento para volar...y para eso lo mejor siempre ha sido la carne de lemming. El lemming es un roedor parecido a un ratón rechonchete que vive en el ártico y su carne tiene poderes increíbles. Debes volar hasta el ártico, cazar un lemming, traerlo y dárselo de comer a tu hijo y podrá volar como sus hermanos-sentenció la lechuza.

La madre aunque dudó mucho,dada la gravedad de la situción decidió emprender el viaje y le contó el motivo de su viaje a su hijo y le puso una eXcusa al señor búho para que le acompañara en el viaje. Dejó a la lechuza al cuidado de su hijito y partió.

Al buhito, la señora lechuza no le hacía mucha gracia, pero se resignó. Pasaron semanas, ya que el ártico está muy lejos desde Inglaterra, y la lechuza apenas se ocupaba del buhito, raramente le traía algún ratón, cada vez con menos frecuencia. Nuestro aMigo, estaba muy enfadado, con la lechuza, con sus padres, consigo mismo, su único desaHogo era gritar y batir las alas con furia para no sentir el hambre en su panza. Estaba visiblemente más delgado, y de tanto batir las alas ganó fuerza y maestria hasta que un día, maldiciendo a la perversa lechuza se fué volando a cazar un ratón para sobrevivir.  Cuando volvió al hueco del árbol con su presa, se dió cuenta de lo que había sucedido en realidad, y voló y voló al encuentro de la lechuza, pero esta yo no estaba, su trabajo había terminado.

Y volviendo a nuestra charca, ¿ puedes imaginar lo que hizo el viejo sapo con nuestra aMiga la ranita no?

Jordi Reviriego.


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