domingo, 18 de enero de 2015

Bienvenida tristeza.

Hoy estoy triste, como hacía tiempo que no lo estaba, lo cual ha sido una gran alegría. Tenía ganas de escribir este artículo, desde la tristeza. Soy consciente de el porqué y me permito estarlo, así que todo está bien.

Cuando empecé mi andadura como psicoterapeuta, entendía las emociones incómodas como algo contra lo que luchar, algo a extirpar, como si de un alien se tratara. Desde ese paradigma, estar bien es dejar de estar mal...y poco más. Aunque ya aprendí del Dr. Allan Santos que las emociones se transformaban cuando las visitábamos anclados en otra emoción antagónica, necesité tiempo para entender la verdadera epistemología de su trabajo.

Con la ayuda de mis verdaderos grandes maestros...mis pacientes... aprendí una lección de las que no dan en la Universidad:
Estaba con un paciente que acudía a mi consulta por tristeza, una profunda tristeza que le acompañaba desde su infancia. Era nuestra tercera sesión y estábamos al final de un ejercicio, a punto de resolver ese nudo que le helaba el alma cuando, de repente, me dijo: basta, no sigas...está bien así.
Me quedé perplejo, como a un paso de sanar su tristeza él decide abrazarla y quedarse con ella para siempre. Eso es algo que, como médico de formación que soy, era incomprensible, casi inaceptable, así que le pedí que me lo explicara. Este hombre, vivió toda su vida vinculado al arte, como profesor, como creativo...y en ese punto del ejercicio se dio cuenta de que su creatividad estaba directamente conectada con su tristeza. Esa tristeza dejó de ser su enemigo a ser su musa. Se "resignificó" y eso bastó para que se sintiera bien y triste a la vez, ya no había lucha ni tensión interna, estaba todo unido de nuevo. No perdió su tristeza, la abrazó, comprendió que era una parte útil de sí mismo y eso le hizo feliz.

Para mucha gente, la tristeza es su musa, les inspira, les hace buscar, aprender, crecer, conocer otras maneras de pensar...en resumen, su despertar se da gracias a la búsqueda de solución de ese sentimiento.

Siempre aparece en nuestra vida el aprendizaje cuando estamos preparados para entenderlo, y así fue en mi caso: algunas lecciones más vinieron a ampliar mi mente, 

Primero fue Rumi, poeta, jurista, teólogo y místico sufí del siglo XIII, con su poema en que describe su ser como una casa donde acuden invitados de todo tipo, llaman a tu puerta la felicidad, la nostalgia, la tristeza, la incertidumbre, el amor...y a todos debes recibir con agrado y ofrecerles un té. Entendí que el que dejas fuera, te tira la casa abajo.

Después Carl Jung, lo que aceptas se transforma, lo que resistes persiste.



Después estuve con el psicólogo californiano Stephen Gilligan, aprendiendo lo que yo llamo su "at the same time" , que intentaré explicar mejor. El enfoque de Gilligan acerca de esas emociones que nos perturban, su método hipnoterapéutico, usando el movimiento y la conexión como vehículos nos lleva a experimentar esa tristeza de un modo pleno, aceptándola, pero al mismo tiempo experimentar sus polos opuestos, "al mismo tiempo", a darnos cuenta que podemos estar experimentando todas esas emociones al mismo tiempo, que hay espacio para todo ello y mucho más. Podemos aceptar la tristeza cuando le permitimos estar ahí y al mismo tiempo darnos permiso para sentir también felicidad. Ese equilibrio genera calma, esa calma es mucho más reconfortante y duradera que la "ausencia de tristeza".

Así que si, hoy estoy triste, feliz por estarlo, aprovechando la creatividad que me produce, sin hundirme en ella, pero agradeciendo su presencia, aprovechando el estado actual que me hace explicar mejor ciertos aspectos de mi o de la terapia. Cuando se vaya, la despediré con un "vuelve pronto", tengo té caliente para ti, como diría Rumi. Pero antes voy a aprovechar su presencia, en esta fría tarde de invierno para disfrutarla un poco más, sacarle partido.


El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional. Cuando algo nos golpea, duele un tiempo, inevitablemente. Si acepto ese dolor, pasará cuando sea el momento y me dejará un aprendizaje como compensación.. Si no me permito sentir dolor, si lucho contra eso, voy a sufrir mucho más de lo que el dolor hubiera durado.

Virginia Satir, una de las primeras terapeutas familiares, tenía una pregunta muy útil en sus sesiones: "¿cómo le hace sentir sentirse así?" Creo que era su manera de valorar el sufrimiento, la resistencia a lo que esa persona estaba experimentando. Ella sabía muy bien que las cosas no nos afectan por lo que son , sino por como las interpretamos, cosa que ya dijo Epicuro muuuuchos siglos antes en la antigua Grecia.

La melancolía es el placer de estar triste, disfrútala.

En nuestra cultura de la positividad y felicidad "necesarias", no hay espacio para la tristeza, o estás feliz o no encajas, o eso parece. Es la cultura de las frases en plan " estás en este mundo para ser feliz" lo que más sufrimiento genera a quién experimenta tristeza. La tristeza está prohibida, hay que disimular, ocultarla, nadie la quiere cerca. Como expuse en mi artículo sobre "El negocio de la Infelicidad"  http://jordireviriego.blogspot.com.es/2012/02/el-negoci-de-la-infelicitat.html  , esa cultura de DEBES ser feliz, es un buen márqueting para hacer negocios y vender desde medicinas, hasta ropa o viajes. Lo que sea para estar feliz a todas horas. Cada vez somos más como niños malcriados que no toleramos la frustración. Así que ya no sabemos estar mal, o estamos bien o estamos fatal.

La tristeza es una emoción más, útil, placentera e inspiradora siempre y cuando podamos sentir muchas emociones más al mismo tiempo, cuando no nos domina ni monopoliza, cuando hay un equilibrio, un Yin y un Yang, cuando la aceptamos, aprendemos de ella, sin negarla, sin huir ni luchar, simplemente fluyendo, sosteniendo esa emoción con calma. Ese transitar de una emoción a otra es el fluir de la vida que nos aporta calma interior. La calma nace del equilibrio entre todos los extremos que nos permitimos experimentar. No es estar siempre centrado , es ese movimiento a veces suave, a veces brusco entre los extremos, que como un péndulo siempre pasa por el centro, al tiempo que aprovecha y disfruta de todo el recorrido.

En resumen, para mi la terapia no debe combatir la tristeza, sino conducir a su comprensión, aceptación, aprendizaje, integración, porque eso es lo que realmente transforma esa emoción en una parte más de nuestra felicidad, de nuestro equilibrio. Este aprendizaje nos transforma profundamente, nos da herramientas para manejar esas emociones que llamamos tristeza y que tarde o temprano nos visitará. 
La terapia debe ser un aprendizaje.

En muchas medicinas tradicionales, la enfermedad es tan solo un desequilibrio, no es algo a combatir, sino a entender y devolver su equilibrio.

Ahora mismo, me siento muy bien por estar triste, tan solo es un fluir de una emoción a otra, hay que disfrutar cada paso y aprender de él.





Jordi Reviriego.

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