Quizás fueran esos días de primavera, en que el sol toma fuerza para calentar el aire hasta provocar flores y cantos de pájaros...o quizás fue azar, pero nuestra historia empieza con un canto en lo más profundo del bosque no muy lejos del Mediterráneo.
Una bandada de estorninos, no tan numerosa como suele ser, volaba al atardecer buscando donde posarse para pasar la noche. Una pareja empezaban a mirarse, dejando que la primavera les llevara a su modo, hasta que construyeron un nido y pusieron huevos. La vida seguía, siempre adelante.
Así fue como pasó volando el mes de abril hasta abrir los huevos y nacer dos polluelos muy bellos, cada uno de ellos único y distinto. Pero entre los estorninos, la diferencia no era muy bien vista. Para encajar en una bandada, lo mejor es ser como todos los demás. Uno de los polluelos, tenía un plumaje mas iridiscente, tenia sueños, tenia ganas de salir de la bandada y conocer nuevos lugares. Él no eligió ser así, simplemente lo era, pero su padre, vio en él sus propios anhelos de mundo, todo a lo que no tuvo opción ..y sin darse cuenta, quiso ayudarlo como él había aprendido: seguir las normas de la bandada es la mejor opción. El padre ya perdió su batalla contra el suyo, así que sólo sabía hacer lo mismo con sus hijos, seguir la honorable tradición de los estorninos, la disciplina de la bandada.
El padre estornino, suplía su miedo a los desconocido, su inseguridad , siguiendo las normas como si fueran ley y aplicándolas a los demás, como hicieron con él...
La madre, vio en sus polluelos toda su grandeza y posibilidades, veía especialmente en uno de ellos sus plumas brillantes, sus alas fuertes, sus sueños...sabía que era distinto, que era mejor... pero no podía hacer nada por él. Las hembras de estornino, cuidan de sus polluelos bajo las normas del macho, y el macho bajo las de la bandada y así ha sido siempre...nada podía hacer la madre para contradecir lo establecido. Tal vez a escondidas, arriesgándose, podia alentar a su hijo a ser quién era, pero el miedo a los picotazos del macho se lo impedían.
Así creció ese polluelo, sin darse cuenta, vio a su padre descargar su frustración sobre su familia, haciéndoles sentir menos que él...para sentirse mejor, educando a sus hijos como estorninos de manada, por su propio bien les prohibió ser distintos. quizás creyó que debilitándoles les protegía de jos juicios de la bandada...quién sabe...ni él lo sabe. Los quería tanto y tan mal...
Pero el pequeño no entendía nada, sólo veía que no encajaba, que él era distinto, brillaba más, era más fuerte, más bello, más vital, más creativo...pero eso irritaba al padre que temía que su hijo no fuera aceptado, así que intentó arrancarle las plumas brillantes que contenían sus ansias de volar lejos.
Y creció, creyendo que él era menos que los demás, que era peor, en lugar de simplemente distinto...se sentía humillado por su propia belleza. Recibía picotazos de los que no le comprendían, se sintió humillado de ser quién era, dejó de amarse, dejó de permitir que sus plumas brillaran...se rindió como su padre.
Pero algo en él era tan fuerte, tan intenso, tan vivo, tan especial, que no pudo reprimirlo más y la llamada del viento del norte lo puso en camino, voló y voló hacia el encuentro de si mismo, el viento limpió sus alas, brillando de nuevo como nácar al sol.
Nuevos paisajes donde pudo desplegar su esplendor, su brillos, otras bandadas más coloridas le acogieron, fue feliz...o casi. Algo en su interior siguió apagando su brillo, se sentía menos que los demás, no podía ver la fuerza de su ser, no podía escuchar el canto de su alma, no podía sentir su esencia. Seguía desconectado de sí mismo, ahora que podía ser quién era, faltaba algo...aún no se amaba.
Ese vacío atrajo pájaros oscuros que se aprovechaban de ese vacío y le hicieron sentir vulnerable. Otros con el mismo vacío, también se le acercaron para compartir su miedo.
Así que voló un poco más lejos, Buscó otros paisajes más parecidos a su tierra natal...pero esos pájaros le siguieron, no podía huir de ellos, anidaban dentro de él... todo parecía perdido...ese parecía su papel en la vida, ser débil, dejarse, abandonarse.
El pajarito dejó de volar, paró su migración, quedó paralizado, desorientado, en el suelo. Ya nada importaba...permaneció en ese rincón oscuro, protegido de todo menos de sí mismo. Pobrecillo...
De repente un extravagante pajarraco pasó por allí, era una grulla coronada, con sus colores estridentes y sus plumas erizadas. El extraño pájaro se lo miró fascinado, ¡wow! un estornino brillante como un espejo, qué maravilla ! - dijo la grulla.
El estornino, asombrado por el aspecto y el comentario de la grulla quedó callado, con un nudo en el estómago, un poco de miedo y una extraña sensación de alivio...no entendía nada.
La grulla se lo miraba de arriba a abajo, con su largo cuello haciendo rápidos movimientos, soltando risas...parecía loca. Sus largas patas se movían hipnóticamente, sus ojos , de mirada extrañamente acogedora, brillaban como soles al acercarse al estornino.
Compartieron largo rato, el estornino le contó su historia, ante el entusiasmo de la grulla que no paraba de decir:
-¿de veras?
-¿tu sólo hiciste ese viaje?
-impresionante !
-¡que fuerza veo en ti !
-¡increible !
La grulla, como un espejo, le devolvía su brillo al estornino, le permitía ver sus plumas irisadas reflejadas en sus ojos...el grotesco pajarraco pareció desaparecer y ser sólo un espejo donde el estornino podía verse reflejado sin los filtros de los demás...la grulla desapareció...ya no hacía falta su presencia para que el estornino se viera en todo su esplendor, pudiera estar conectado con su esencia, pudiera amarse incondicionalmente.
Se dio cuenta que lo que enriquece a las bandadas son los pájaros distintos, los mas especiales, los que encajan sus brillos en el conjunto de todos los demás, ser uno mismo entre cientos y brillar sin límites, ser parte de algo y al tiempo ser único y distinto...no necesitaba ser aceptado por todos, sólo por sí mismo.
Clavó su mirada en el horizonte, emprendió el vuelo, la siguiente etapa estaba cada vez más clara, se tenia a sí mismo como brújula, su fuerza y su sabiduría por fin llegaban hasta la punta de sus alas, su vuelo era poesía en el viento, la siguiente etapa acababa de empezar. Todo era nuevo, todo había cambiado, él era por fin . Dejó de disimular su brillo, se dio cuenta que era un estornino soberbio, que estaba en su naturaleza brillar de ese modo, sabía que ahora por fin podía lucir sus colores donde fuera que sus alas le llevaran.
Y empezó a volar cada vez más alto, empezó a vivir esta nueva etapa, empezó a escribir su verdadera historia por sí mismo, la que intuyó la grulla, la que intuyó su madre, la que merece su alma, el regalo de su linaje.
Lo mejor está en la segunda etapa de esta historia, lo más increíble, lo más profundo, la esencia...
Escribela, vívela, a por ello !